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"Era la madrugada del lunes,
habían dejado irse la tarde y la noche del domingo,
leyendo, escuchando discos, levantándose
alternativamente para calentar café
o cebar mate."



Y dejamos irse la tarde
casi sin mirarla.
Sólo disfrutando de los momentos regalados
-como arrancados al tiempo-
cuando parece que no existan minutos
sino palabras escritas en libros
que compartir entre susurros
con la complicidad que da el saber
que seremos entendidos
cuando entreguemos palabras
como si fuesen tesoros
y sean recibidas como tales.
Conseguir esa tranquilidad que se cuela en las sonrisas
que se escapan
-que no se pueden disimular-
esa paz de haber encontrado el lugar perfecto
donde descansar.
Donde la felicidad no consiste en hacer nada,
sólo en dejarse llevar...
en estar...

...Dejar ir la tarde del domingo
y que eso sea la felicidad...